10 mayo 2010

Yo le hablé

Tan extensamente como pude, de cómo los terrícolas tienden a vivir en el pasado o bien en el futuro. De qué toman medicamentos para curarse la depresión, y que la mayoría están descontentos de si mismos. Le expliqué que mucha gente perseguía interminablemente el éxito y que casi nunca estaba satisfecha, que siempre se afanaban por adquirir más. Le dije que muchas personas sufrían temores infundados llamados fobias, que pocos individuos se querían verdaderamente a sí mismos y que poquísimos eran capaces de dar amor a otros sin condiciones.

Le hablé de los psiquíatras y de que en la tierra millones de personas acuden a terapeutas en busca de ayuda. Le hablé de la cólera, la indecisión, la ansiedad sin razón concreta y el desprecio de sí mismos. Lo iba escuchando todo y, cada vez que le hablaba de una conducta neurótica diferente, parecía sosegarse. Al igual que había hecho yo, tomó muchas notas y, cuando fueron casi las siete, me pidió que nos viésemos otra vez.

Me dormí con las palabras de él resonando en mi cabeza: "Quizá me servirá de algo ver cómo se puede estar neurótico sin razón real"

Esa era en la cuestión en la que yo nunca había pensado...

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